Después de parir

Cuando estaba embarazada pensé que estaba preparada para ser mamá, había tomado cursos prenatales, tenía experiencia trabajando con niños y familias. Sabía que no sería todo fácil pero me sentía con suficientes herramientas para enfrentar lo que necesitará enfrentar. Esto cambió completamente cuando mi hija nació. 

 

Desde el primer día descubrí que cuando tu bebé llora no solo lo escuchas con los oídos, lo escuchas con todo tu cuerpo, cada célula de tu piel se pone en un estado de alerta y sientes una necesidad urgente por hacer algo. Esto quizás no pasa con todos los llantos pero las mamás podemos distinguir los llantos de nuestros bebés y este era un llanto de dolor. 

 

Buscamos ayuda de profesionales, primero con su pediatra y mi partera, ambos nos dijeron que era “Cólico” y que pasaría con el tiempo, me recomendaron seguir amamantando y eso hicimos. Cuando mi hija estaba pegada a mi pecho dejaba de llorar,  todos los días la tenia 4 o 5 horas pegada (tiempo medido con cronómetro) el resto del día lloraba sin parar. Por la noche dormíamos en intervalos.

Yo estaba agotada, dormía poco para poder cuidar a mi hija, tenía las hormonas en revolución como sucede en el puerperio, pero sobretodo estaba preocupada porque sabía que algo no estaba bien. 

Desesperados acudimos a más profesionales de la salud (3 pediatras, 2 consejeros de lactancia, 1 homeópata, 2 grupos de lactancia) la respuesta de todos era la misma: es cólico, tiene gas, dale pecho, pasa con el tiempo. También me explicaron que la  fórmula podía causar más gas y cólicos, solo pensar en que mi bebé podría tener más dolor me aterraba, además yo estaba produciendo mucha leche y me recomendaban seguir amamantando para evitar tener una infección. 

 

Así pasaron 11 semanas. Las semanas más difíciles de mi vida. 

 

Una mañana, recordé un grupo de lactancia que no había visitado y decidí ir aunque ya había perdido la esperanza. Antes de salir de casa le di pecho por 25 minutos, la puse en el porta-bebés del carro, la escuche llorar sin parar los 10 minutos del trayecto, así era cualquier trayecto que hiciéramos. Al llegar a mi destino la abrace, entre al cuarto con ella llorando, me senté y empecé a acomodarme para darle pecho. Tanya Powell, quien dirigía el grupo me miró, me explicó las instrucciones e inmediatamente noté que su procedimiento era diferente, más detallado y riguroso que en los otros grupos. Seguí sus instrucciones, pesó a mi bebe, la pegue a mi pecho derecho, después la volvió a pesar y me dijo que solo había tomado 0.01 onzas de mi leche, esto me sorprendió. Al preguntarme cuándo fue la última vez que le di pecho respondí que antes de salir de casa, me dijo que esa podía ser la razón, pero quería examinarla más. Al escucharla llorar yo estaba preparándome para pegarla a mi pecho izquierdo. Tania me miró, vio mi pecho izquierdo destruido por tanto amamantar, escuche un: ¡No! Tanya se acercó me dijo que necesitaba que mi pecho sanará, con mi aprobación preparo un biberón y se lo dio a mi bebe, mi hija lo tomó inmediatamente. En el trayecto de regreso a casa mi hija no lloró, fue el primer día que durmió su primera siesta y yo todavía no podía creerlo. 

 

Ese mismo día Tanya pasó a casa para examinar a mi hija, me explicó que su lengua tenía frenillo lo cual no le permitía sacar mi leche. Unos días después le hicieron un procedimiento quirúrgico para cortar el frenillo y cuando sanó completamente pudimos disfrutar de una lactancia sin dolor. 

 

Toda mi vida estaré infinitamente agradecida con Tanya, es muy probable que mi hija no hubiera sobrevivido otro mes sin recibir el alimento que necesitaba. También estaré infinitamente agradecida con el grupo de mujeres que me acompañaron en estos momentos. 

 

Al vivir esa experiencia me quedó claro que no puedo juzgar a otras mamás por las decisiones que hacen en su crianza, porque generalmente solo podemos ver un poquito de la historia completa que hay detrás de cada decisión. 

 

**** Otros datos de la historia: los expertos a los que acudimos antes de Tanya no detectaron el frenillo, 2 consejeras de lactancia revisaron su lengua pero lo descartaron. Mi bebe subía de peso lentamente pero lo asumieron a su genética ya que ella ha sido pequeña desde que nació. A partir de entonces descubrí el poco conocimiento y entrenamiento que se da respecto al frenillo de lengua y labios en bebés

Ahora cuéntame,
¿Cómo ha sido tu experiencia
después de parir?

Me encantaría escuchar tus reflexiones, dudas y comentarios. 

Paulina Lua.